Hoy día es opinión general que basta vivir en un régimen democrático para tener a salvo la libertad. Tal ingenuidad nos deja desguarnecidos ante el fenómeno de la manipulación. En una dictadura no se disfruta de ciertas libertades, pero esta limitación es patente, y uno toma medidas para conservar e incrementar la libertad interior. Es admirable la resistencia de ciertas personas a dejarse despojar de su libertad creativa. En las democracias se presenta como meta máxima la libertad, cotas nunca alcanzadas de libertad. ¿De qué tipo de libertad? Se nos da una amplia libertad de maniobra -capacidad para elegir entre diversas posibilidades-, pero la libertad interior -la decisión para elegir en virtud del ideal auténtico de nuestra vida- debemos conquistarla nosotros con gran esfuerzo.
En las democracias se practica con frecuencia la coacción de guante blanco. Se procede como si se respetara la libertad, que es el término talismán por excelencia y resulta por ello intocable. "Sois libres de no pensar como yo -advierte la opinión pública a los ciudadanos independientes-; vuestra vida, vuestros bienes, todo lo conservaréis, pero desde ese día sois un extranjero entre nosotros". Quien no se someta a los dictados de la opinión pública quedará fuera de juego; no recibirá posibilidades de su entorno, ni votos en las confrontaciones electorales, ni siquiera la estima del pueblo; lo abandonarán incluso los que creen que tiene razón cuando se opone al pensar general. Le va a ser muy difícil tener libertad interior y actuar con criterios propios.
La opinión pública es una realidad envolvente que actúa con la impunidad del anonimato y presiona sin mostrar un rostro preciso. Su fuerza está en proporción directa a su carácter difuminado y ambiguo. Nada extraño que el manipulador saque amplio partido a la fuerza de la opinión pública porque él tampoco actúa nunca a cara descubierta: desea modelar la mente, la voluntad y el sentimiento de personas y pueblos de forma dolosa, inadvertida. Se mueve siempre a impulsos de intereses inconfesables, y los oculta arteramente al tiempo que presenta una faz magnánima y bienhechora.
De ahí que la primera condición para conservar la libertad interior frente a las agresiones de los manipuladores sea poner al descubierto los recursos malabaristas que éstos movilizan. Con ese fin indicaremos sucintamente a continuación los principales grupos de manipuladores y sus ardides peculiares.
Alfonso López Quintás
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