- El control mental

El deseo de controlar a las personas totalmente es muy antiguo y cualquier dictadura, democracia, régimen autoritario o monarquía despótica siempre han tratado de que sus ciudadanos o súbditos tengan las mismas ideas y actitudes, especialmente hacia sus dirigentes. Para esto se ha utilizado desde muy antiguo la propaganda1 y la represión de cabecillas u organizaciones. Pero estas acciones no pueden acabar con las ideas díscolas en la totalidad de la población, pese a que sí consiguen evitar que se manifiesten abiertamente, al menos durante algún tiempo.



Para lograr acabar con las ideas de algunas personas concretas se ha recurrido a la tortura que en muchas ocasiones se limitaba a extraer confesiones (fuesen veraces o no) como en el caso de la Inquisición; pero distintas organizaciones represoras, como la CHEKA de la Revolución Rusa, descubrieron que con técnicas desorientadoras, frío, mala alimentación y presión constante podía implantar en sus torturados la idea que quisieran para que después declararan esa idea implantada ante jueces y tribunales, por ejemplo. En esto los soviéticos se convirtieron en auténticos expertos e incluso fue denunciado por Amnistía Internacional en informes sobre la utilización de la medicina para la tortura2 entre otros, así como en una publicación específica sobre la medicina en la URSS3 . A todas estas técnicas se las suele englobar dentro del término lavado de cerebro.

El problema del lavado de cerebro estribaba en que cuando cesaba la violencia, el miedo o la presencia de la persona que amenaza, las ideas implantadas también desaparecía y son sustituidas por las iniciales con rapidez.

Por tanto, desde el mismo momento casi que comenzó la tortura como método de represión, se percibió la poca vigencia de esta técnica y la necesidad de conseguir otras más persistentes en el tiempo. Por otra parte la tortura produce graves secuelas psicológicas en el torturador, empezando por el rechazo social que sufrían los verdugos (funcionarios del estado encargados de ejecutar, pero también torturar) y siguiendo por todo tipo de miedos, remordimientos y depresiones por tener que inflingir dolor y sufrimiento a personas contra las que en el fondo nada tiene en contra.

Existen muy pocos informes sobre el entrenamiento de torturadores, por ser un auténtico secreto de estado; pero Amnistía Internacional sí tuvo acceso a uno realizado por la dictadura griega en la que se veía que para mantener un cuerpo de torturadores estable era necesarios buscar gente del medio rural que no desearan llevar esa vida, asegurarles trabajo en ciudades, ofrecer grandes sueldos y reforzarles constantemente la importancia de su misión para la patria (no para el régimen que sea), el peligro que corren si dejan de torturar y la maldad de las personas que deben torturar. Pese a todo, en actos como la Comisión para la Verdad y la Reconciliación de Sudáfrica, se comprobó que muchos torturadores estaban profundamente arrepentidos y dolidos por sus acciones.

Una secta destructiva es un grupo de personas que sigue un determinado movimiento religioso o ideológico en la cual se practica el control mental; por lo que, bajo una apariencia inofensiva, puede ser muy peligrosa; por los efectos nocivos que producen en los posibles miembros.

La principal característica de las sectas destructivas es su habilidad para implantar, utilizando el control mental, una personalidad gregaria en sus adeptos.

Organización autoritaria y piramidal: no existe la democracia en ninguno de los escalones ni se permite la crítica y se inculca el destierro del pensamiento crítico.

Existencia de un líder, o grupo de líderes, cuya decisión es la única que cuenta. El líder controla todos los movimientos de los miembros, así como su dinero y no se somete a las mismas reglas que los seguidores. Pero el líder y los adeptos se creen el mensaje o se lo terminan creyendo; pero los dirigentes de segundo nivel no suelen compartir la creencia y sí el afan de lucro y poder.
Se controla toda la información que les llega.

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Nicolás Maquiavelo:

Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos. En general los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver pero pocos comprenden lo que ven.

1948 - George Orwell


Se trata de esto: el Partido quiere tener el poder por amor al poder mismo. No nos interesa el bienestar de los demás; sólo nos interesa el poder. No la riqueza ni el lujo, ni la longevidad ni la felicidad; sólo el poder, el poder puro. Ahora comprenderás lo que significa el poder puro. Somos diferentes de todas las oligarquías del pasado porque sabemos lo que estamos haciendo.

Todos los demás, incluso los que se parecían a nosotros, eran cobardes o hipócritas. Los nazis alemanes y los comunistas rusos se acercaban mucho a nosotros por sus métodos, pero nunca tuvieron el valor de reconocer sus propios motivos. Pretendían, y quizá lo creían sinceramente, que se habían apoderado de los mandos contra su voluntad y para un tiempo limitado y que a la vuelta de la esquina, como quien dice, había un paraíso donde todos los seres humanos serían libres e iguales.

Nosotros no somos así. Sabemos que nadie se apodera del mando con la intención de dejarlo. El poder no es un medio, sino un fin en sí mismo. No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura. El objeto de la persecución no es más que la persecución misma. La tortura sólo tiene como finalidad la misma tortura. Y el objeto del poder no es más que el poder. ¿Empiezas a entenderme?