En ocasiones, científicos y políticos hacen pasar como investigaciones bien realizadas lo que son manipulaciones –conscientes o inconscientes– de los datos. En 1953, el premio Nobel de Química Irving Langmuir definió “ciencia patológica” como un proceso psicológico mediante el cual un científico se aparta inconscientemente del método científico y malinterpreta los datos de sus experimentos guiado por sus deseos y expectativas.
Langmuir dio una serie de características que debe cumplir este tipo de mala práctica de la ciencia: ● El máximo efecto observado es producido por un agente causal de intensidad apenas detectable, y la magnitud del efecto es sustancialmente independiente de la intensidad de la causa. ● El efecto es de una magnitud situada en el límite de detectabilidad y normalmente se necesita realizar largas series de medidas debido a la poca importancia estadística de los resultados. ● Hay afirmaciones de gran precisión. ● Se sugieren teorías fantásticas contrarias a la experiencia. ● Las críticas se resuelven con afirmaciones ad hoc y el número de quienes la apoyan aumenta para luego descender hasta caer en el olvido.
Entre la clase política es habitual la llamada “ciencia basura”, un término acuñado por Paul G. Giannelli para describir a los peritos en juicios que usan sus conocimientos para engañar a jurados y jueces. Ejemplo de esta práctica son las investigaciones de la industria tabaquera sobre el efecto no dañino del humo en fumadores pasivos.
Miguel Ángel Sabadell
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