En la víspera de la batalla de Azincourt, Shakespeare hace decir a su héroe, el rey Enrique V, "Todo está dispuesto, si nuestros espíritus lo están". Seis siglos más tarde, no terminamos de redescubrir los perjuicios del condicionamiento. Los expertos de la manipulación, los especialistas de la propaganda, los artistas de la intoxicación no nacieron ayer, existen desde el nacimiento del poder.
Algunos intelectuales hacen como si, de cuando en cuando, descubriesen que los medias son perros guardianes, que los temas de la seguridad ciudadana contribuyeron a la lepenización de los espíritus o que el capitalismo es un horror. Muchos de esos descubrimientos tardíos se las ingenian para calcar algunos neologismos sobre antiguos conceptos. No hemos terminado con su "ultraliberalismo", con su "mundialización". Esta manera de explicarnos el mundo satisface su ego, pero sobre todo desarrolla en el llamado "ciudadano" una fuerte amnesia (ya que todo es nuevo) y se hace así partícipe de la mistificación. Desde el alba de la tiranía hasta nuestros días, sólo se observa una diferencia de grado en la manipulación política, en el condicionamiento de las tropas o en la utilización de los resortes de la psicología de masas.
La radio, la tele, el Internet permitieron, en niveles cada vez más importantes, la propagación del saber, pero, al mismo tiempo, su contrario: la difusión de la mentira. Para discernir entre lo uno y lo otro, el individuo sólo dispone de su propio espíritu crítico como último recurso. Para poder ejercerse en condiciones favorables, este espíritu crítico debe apoyarse en la memoria, la experiencia que permite la comparación de los hechos, pero también en la serenidad que permite la perspectiva con relación al presente. Tal es la razón por la que los ideólogos del poder tienen dos objetivos fundamentales: desnaturalizar o destruir la memoria colectiva y confundir las mentes. La actualidad nos muestra que el olvido y el miedo son los instrumentos del poder.
Desnaturalización de la historia.- Todo debate social o político se establece a partir de reminiscencias históricas. A tuertas o a derechas, estos fragmentos del pasado constituyen argumentos para las diferentes partes. El poder no puede, pues, olvidarse siempre de la historia, sino que va a darle el sentido que le interesa. Puede utilizar una referencia histórica fuerte y cargada de emoción para trasplantarla al presente, fuera de su contexto. Su finalidad es producir una convulsión emocional que impida la reflexión.
Otra técnica es la que consiste en recordar un episodio fuera de su continuidad histórica. Es el caso de la comparación con la situación de la Alemania de los años 30. Los bienpensantes atribuyen a los abstencionistas de ese país la subida de los votos nazis. Pero, para explicar la razón del fuerte grado de abstención, hubiera sido necesario remontarse a la masacre, algunos años antes, de los revolucionarios alemanes por obra de los socialistas Noske, Scheidemann y compañía , entonces en el gobierno. Evidentemente, los medias dominantes ocultan esta parte y no dan nada más que el capítulo que les interesa de la novela.
Sobre el negacionismo.- Menos sutil que las técnicas que desvirtúan los acontecimientos, el negacionismo consiste pura y simplemente en negar lo real, en negar la historia inmediata, aquella para la que todavía hay testigos oculares. Así, se pudo ver negar, por fines partidistas, la existencia de campos de la muerte para negar el genocidio de judíos y gitanos en Europa. Este episodio del negacionismo es célebre, pero hay otros ejemplos que muestran que esta técnica (definida por Goebbels como "Cuanto más grande, mejor pasa") tiene adeptos todavía.
Aprendizaje del miedo.- La omnipresencia del poder espiritual o temporal es una respuesta al miedo de la muerte y a la angustia ante los riesgos cotidianos. El Estado tiene toda clase de interés en cultivar estos sentimientos en la colectividad que domina para justificar su opresión. Cada uno en su turno y en función de las civilizaciones, sacerdotes, nobles y burgueses aseguraron este papel interesado de protección y asistencia.
Hace algunos años, un hebdomedario se definía así: "El peso de las palabras, el peso de las fotos". De eso es de lo que se trata. La información es menos ocultada que utilizada en un sentido principal: describir un mundo salvaje, violento, ante el cual el individuo deba sentirse impotente, ante el cual deba temblar y suplicar defensa a los hombres fuertes, a los guerreros, a los financieros, a los políticos que dirigen el mundo.
Al telespectador se le pone un nudo en la garganta ante la imagen de una persona agredida, o de un lugar devastado. Se juega con la reacción primaria e instintiva. La tele de su lugar privilegiado y central envía un mensaje fuerte, que es recibido por un individuo aislado. La tele puede aislarlo. No hay nada que permita la confrontación, el debate, el intercambio; ¡nada que, en alguna parte, permita tomar conciencia de la fuerza colectiva! Se tiene miedo de la inseguridad que la tele nos presenta.
Tomado de Le Combat Syndicaliste, nº 76
0 comentarios:
Publicar un comentario