Si el manipulador consigue que las personas descuiden el cultivo de las tres cualidades de la inteligencia madura, se entreguen a experiencias de vértigo, se desliguen de la tradición que las nutre espiritualmente y se desvinculen de las otras personas y de las instancias que constituyen el alimento del espíritu -la verdad, el bien, la belleza, la justicia...-, puede dominarlas fácilmente mediante la movilización de ciertas astucias tácticas, tan simples como eficaces. Lo que nos da libertad interior frente a los intentos de someternos a servidumbre espiritual es nuestra decisión de vivir en la verdad y de la verdad, consagrarnos a hacer el bien, admirar la belleza y encarnarla en nuestra vida, practicar la justicia incondicionalmente.
Si el canon que orienta nuestra conducta no viene dado por las exigencias de la realidad -singularmente de nuestra misma realidad personal, de lo que verdaderamente somos-, quedamos sometidos a los vaivenes de nuestro libre albedrío y de los intereses inconfesados de quienes tienen medios para modelar la opinión pública. Tal modelado se lleva a cabo movilizando sin escrúpulos toda serie de procedimientos tácticos. Conviene conocerlos en pormenor, para saber en qué maraña de asechanzas encadenadas debemos movernos diariamente. Entre tales procedimientos, destaca el siguiente.
El boicot informativo
Cuando una realidad es valiosa -una persona, una obra artística, un movimiento cultural, un grupo social o religioso-, se hace valer de por sí con sólo presentarse. La mejor defensa que podemos hacer de lo que es espléndido es dejarlo resplandecer. No olvidemos que la verdad es la patentización del ser, y el resplandor de la verdad es la belleza. Nada hay más bello que el esplendor de lo perfecto. Para exaltar a Bach o a Mozart, basta interpretarlos bien, mostrar sus excelencias. Ellos se defienden e imponen por sí solos, por la fuerza de convicción que posee su valor intrínseco.
A la inversa, si queremos evitar que algo valioso se haga valer y se imponga, la única medida realmente eficaz es no dejarlos aparecer, emboscarlos, no permitirles tener vigencia, negarles la existencia en el concierto de los dinamismos sociales. Si se alude a una realidad excelente, aunque sea para atacarla y deformarla, se corre riesgo de que deje vislumbrar su grandeza y suscite en las gentes el afán de conocer su verdadero rostro. La vía radical para deshacerse de lo valioso es el silencio de mudez. Así como el lenguaje auténtico es el vehículo viviente del amor y la creación de ámbitos de unidad, el silencio de mudez encarna el odio y la voluntad destructora.
De aquí arranca la táctica del boicot informativo, que deja de lado a quien no interesa que tenga una presencia activa y eficiente en el mundo de la cultura. Das una conferencia brillante ante un público numeroso. La sala rebosa y al final se crea un clima de fervor y adhesión entusiasta. Vuelves a casa satisfecho del éxito obtenido, pero a la mañana siguiente observas que los medios de comunicación hacen caso omiso del acontecimiento. En cuanto a su resonancia social y a su eficacia ante el gran público, tu esfuerzo resultó en buena medida baldío, pues lo que no se comenta en los grandes medios de comunicación no adquiere vigencia social.
Hay muy diversas formas, tan siniestras como eficaces, de boicotear a personas e instituciones. Seleccionar las noticias, para dar unas y omitir otras; resaltar las que interesa difundir y silenciar u ofrecer de pasada las que conviene depreciar; convertir -mediante la aplicación de trucos técnicos- una manifestación multitudinaria en una marcha minoritaria... son ardides que pueden dañar gravemente el prestigio de las instituciones y personas afectadas.
Un partido político vive en un momento delicado a causa de disensiones internas. Puede tratarse de una crisis pasajera que no afecta a la buena marcha de su actividad. Pero un programador astuto da la noticia en primera página -de un periódico, de un espacio radiofónico o televisivo- y la convierte en una carga de fondo contra la buena imagen de tal agrupación. Es posible que la mayoría de las gentes no conozcan a fondo el asunto, pero quedan con la idea de que algo marcha mal en tal partido y éste no resulta, por tanto, muy de fiar. No puede decirse que el programador haya faltado a la verdad, falsificando la noticia. No ha mentido; ha manipulado la realidad, magnificando una noticia que debía, de por sí, pasar inadvertida o figurar en un plano secundario.
El hecho de no citar a un filósofo en una Historia de la Filosofía significa, en rigor, negarle la existencia. De ahí la grave responsabilidad de los autores de manuales académicos. Si afirmo que desde Suárez a Ortega no hubo en España ningún metafísico digno de mención, y omito el nombre -entre otros- de Ángel Amor Ruibal, colaboro no poco a que muchos lectores consagrados al pensamiento filosófico ignoren de por vida la existencia de este gran pensador, que, pese a su muerte prematura, dejó una obra cuantiosa y sorprendente por su originalidad y potencia intelectual. Como es sabido, Amor Ruibal adelantó en treinta años algunas de las tesis fundamentales de la filosofía de Xavier Zubiri. Aludo a un caso concreto acaecido en nuestra vida intelectual contemporánea, caracterizada por el empeño suicida de restringir todo lo posible el alcance de nuestro ámbito cultural y amenguar su valor.
Reviste especial gravedad el procedimiento del boicot informativo por el hecho de que pocas personas están en condiciones de advertir la existencia de lagunas notables en la información recibida. Caer en la cuenta de la intención partidista que inspira el ataque a una persona no es difícil. Descubrir que algo ha sido omitido exige mayores conocimientos, que el público atenido a los medios de comunicación no suele poseer. Para la gran mayoría, lo ausente no brilla por su ausencia; está sencillamente fuera del juego de su vida; no existe.
R.I.I.A.L
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