- Cualquiera puede ser víctima

¿Quién no se topó alguna vez con alguien que hacía todo por complicarle la vida? Esa experiencia sumamente traumática fue bautizada como "acoso moral" por la siquiatra y sicoanalista Marie-France Hirigoyen.

A partir de su experiencia como terapeuta y experta en victimología en Francia y Estados Unidos (donde se especializó en la atención de quienes sufrieron ataques de asesinos seriales) Marie-France Hirigoyen encontró notables parecidos entre las secuelas que padecen las personas que fueron agredidas o violadas y las sometidas al maltrato psicológico. Este fenómeno, que tiene características epidémicas, debe ser prevenido ya que puede empujar a la víctima al suicidio, advierte. Hirigoyen, adjudica su fama al haber hecho público un problema que millones de trabajadores soportan en privado.



—Desde hace algún tiempo —y a partir de un libro suyo— se comenzó a hablar del "acoso moral" como el maltrato que sufren en sus empleos millones de trabajadores. ¿Cómo lo define usted?

—El acoso moral consiste en procedimientos abusivos, palabras o sobreentendidos, gestos y miradas que, por su frecuencia o sistematización afectan la integridad psíquica o física de una persona. Son procedimientos sutiles, que parecen menores o poco relevantes y que, al ser repetidos, se convierten en altamente destructivos para quien los sufre.

—¿Qué características tiene el acosador moral?

—Hay que aclarar que cualquiera puede tener este tipo de comportamiento cada tanto, pero si no somos perversos, tomamos conciencia de que exageramos, pedimos disculpas o nos sentimos molestos e incómodos con nosotros mismos. Sin embargo, hay otros individuos —a los que se denomina perversos narcisistas, para diferenciarlos de los perversos sexuales— que no consideran a los otros como personas sino como objetos. Un perverso sexual utiliza a los otros sexualmente y un perverso moral utiliza a los otros para su propia existencia con el objetivo de llegar al poder. Los personas narcisistas son personas que podrían haber sido grandes enfermos mentales o psicóticos pero que escapan a la enfermedad mental gracias a su inteligencia y su adaptabilidad a la sociedad. Son personas que además tienen mucho éxito en la vida profesional porque carecen de escrúpulos: pueden aplastar a los otros, mentir y falsificar con total aplomo.

—¿No es exagerado afirmar —como usted en su libro— que hay parecidos entre acosadores morales y asesinos seriales?

—No partí del estudio de los asesinos seriales para escribir el libro, pero comprobé que entre unos y otros se daba la misma forma de proceder. Entre los asesinos seriales hay dos tipos: psicóticos, que son verdaderos enfermos mentales, y perversos narcisistas, que quieren sobresalir y no soportan que la persona que tienen delante sea un ser humano que sufre y que reacciona. Los asesinos seriales —una vez que empezaron y vieron que su perversión funciona— persisten compulsivamente en esa actitud. Y ése es el punto en común con los perversos narcisistas. Estos son sólo menos destructivos y, más que matar a alguien, van a ingeniárselas para que la persona se mate por enfermedad o suicidio. Empujar a una persona al suicidio es el mayor éxito de un perverso.

—¿Las víctimas tienen, como sus victimarios, características comunes?

—En primer lugar, hay que aclarar que cualquiera de nosotros puede ser víctima de un perverso. No hay que creer que existe un perfil que predestine a la posición de víctima porque eso implicaría decir que las víctimas son masoquistas y el agresor diría: "se lo merece". No estoy de acuerdo con eso. Simplemente, hay personas que se defienden mejor que otras y hay personas que sufren más que otras. Las personas que caen más en la trampa son escrupulosos que ponen muchas expectativas en su tarea. Quieren dar una buena imagen, se culpan si les dicen que el trabajo no está bien hecho y, sin duda, no tienen una gran autoestima. Cuando el otro les dice que no tienen valor, que son malos e incapaces, no están seguros de que no sea cierto. El agresor engancha a la víctima porque se niega a cargar con la culpa de lo que hace y todo lo que le sale mal es culpa de la víctima.

—¿Qué estrategias se recomienda desarrollar a las víctimas para defenderse o neutralizar a un perverso narcisista?

—Primero hay que buscar ayuda, porque cuando alguien está en una posición de víctima está bajo el dominio de otro y pierde la noción de normalidad. Es fundamental poder hablar con alguien a pesar de que, como todas las víctimas, las personas tienen vergüenza y se sienten humilladas. Como paso siguiente, hay que conversar del problema con alguien del trabajo.

—¿Cómo hace alguien acosado en su empleo para tratar allí su problema?

—En el trabajo es difícil, porque si los compañeros toman partido por la víctima corren el riesgo de convertirse en víctimas también. En consecuencia, hay que tratar de encontrar apoyo en la familia, los amigos y un psicólogo, porque para poder armar una buena defensa es muy importante estar en buen estado sicológico. Además, hay que hacer consultas jurídicas para saber cuáles son nuestros derechos, cómo se puede hacer para defenderse y al mismo tiempo cómo y qué pruebas acumular.

—¿Cómo hacer para juntar pruebas cuando los ataques son, por definición, poco evidentes?

—Coincido en que son agresiones sutiles y por lo tanto es muy difícil tener pruebas. Por eso hay que anotar todos los insultos y signos de humillación en un cuaderno para que haya un documento que pruebe la repetición de esas agresiones.

Marie-France Hirigoyen, sicóloga

http://mujer.tercera.cl/index_ma.asp

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Nicolás Maquiavelo:

Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos. En general los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver pero pocos comprenden lo que ven.

1948 - George Orwell


Se trata de esto: el Partido quiere tener el poder por amor al poder mismo. No nos interesa el bienestar de los demás; sólo nos interesa el poder. No la riqueza ni el lujo, ni la longevidad ni la felicidad; sólo el poder, el poder puro. Ahora comprenderás lo que significa el poder puro. Somos diferentes de todas las oligarquías del pasado porque sabemos lo que estamos haciendo.

Todos los demás, incluso los que se parecían a nosotros, eran cobardes o hipócritas. Los nazis alemanes y los comunistas rusos se acercaban mucho a nosotros por sus métodos, pero nunca tuvieron el valor de reconocer sus propios motivos. Pretendían, y quizá lo creían sinceramente, que se habían apoderado de los mandos contra su voluntad y para un tiempo limitado y que a la vuelta de la esquina, como quien dice, había un paraíso donde todos los seres humanos serían libres e iguales.

Nosotros no somos así. Sabemos que nadie se apodera del mando con la intención de dejarlo. El poder no es un medio, sino un fin en sí mismo. No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura. El objeto de la persecución no es más que la persecución misma. La tortura sólo tiene como finalidad la misma tortura. Y el objeto del poder no es más que el poder. ¿Empiezas a entenderme?