El español está en auge en todo el mundo, donde lo hablan cerca de 400 millones de personas, pero no escapa a la influencia del inglés, lengua franca de la globalización, que está cambiando el léxico y la sintaxis de otros muchos idiomas. El papel que tiene ahora el inglés lo desempeñaron otros, como el latín o el francés, en épocas pasadas. La diferencia en esta ocasión -según un estudio del Goethe Institut- es que las nuevas tecnologías y los medios de comunicación multiplican el impacto y el uso de una lengua franca ya no se limita a las elites.
Frente a esta dominación, estudiosos e intelectuales de otras áreas lingüísticas reaccionan de forma diversa: unos acogen los aportes del inglés como algo natural y favorable a la evolución y otros tratan de limitar el impacto y preservar su identidad, incluso mediante iniciativas políticas.
Alberto Gómez Font, coordinador general de la Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA), afirma que su misión es "tratar de que el idioma se maneje mejor", pero es consciente de que "es un organismo vivo, hablado por 400 millones de personas" y que ante eso hay que ser "modesto". Argumenta que los aportes de otros idiomas pueden enriquecer una lengua "porque tomamos lo que no tenemos" y que, aunque sea "un poco dañino usar una palabra inglesa cuando hay equivalente español, no pasa nada e incluso enriquece un idioma". Históricamente ha ocurrido: se adoptó consomé cuando ya existía la palabra caldo.
En cambio, Jean-Mathieu Pasqualini, del Servicio del Diccionario de la Academia Francesa, se queja del uso de palabras inglesas cuando no es necesario, pero sobre todo "del efecto pernicioso" de los llamados "falsos amigos", esas palabras que, aunque casi suenan igual, significan algo distinto. Con el inglés, que tiene casi un 30 por ciento de palabras de origen francés debido a la ocupación normanda en el Medievo, se dan muchos casos de falsos amigos en las lenguas latinas. Por ello se ven muchas traducciones erróneas de palabras como topic, que no es tópico sino asunto, dramatic, que puede no significar dramático sino espectacular, o confused, que aplicado a una persona no es confuso, sino indeciso o desorientado.
También se han infiltrado expresiones incorrectas como "se rompió su pierna", porque romper en inglés no es reflexivo. Algunos barbarismos como la palabra "evidencia", utilizada como sinónimo de prueba, ya han sido admitidos por la Real Academia. "La permeabilidad entre idiomas no es un peligro; malo es cuando cambia la sintaxis o cuando la proximidad de los términos ingleses lleva a una confusión, a un contrasentido radical", dice Pasqualini.
Para Gómez Font "la lengua es una convención" y como tal, sujeta a cambiar "en función de lo que decidan los hablantes". Por eso surgen jergas como el spanglish, utilizado sobre todo por la comunidad hispano-parlante de EE.UU., que es ya la quinta del mundo. El idioma de Shakespeare se emplea también por moda, hasta el punto de crear palabras seudoinglesas como "handy", que designa en Alemania el teléfono móvil cuando en inglés se dice "mobile". Esta moda está especialmente extendida en la publicidad, donde aparentemente el reclamo del inglés es tal que anula el inconveniente de que muchos consumidores no lo entienden.
Curiosamente, los anglosajones se han percatado de que la hegemonía del inglés, que, según datos del British Council del 2006, no tiene visos de debilitarse, presenta también inconvenientes. Según este órgano, en el Reino Unido y en EE.UU. se teme que los angloparlantes se estén confiando en la ventaja que les da el que la lengua franca sea su idioma materno e ignoren que en la sociedad multicultural hará falta, cada vez más, al menos dos idiomas. En la Unión Europea, británicos e irlandeses tienen el porcentaje más alto de personas que no hablan ningún idioma extranjero.
Paralelamente, al auge del inglés como idioma de comunicación universal aumenta la importancia de lenguas regionales como el mandarín en Asia o el español en el conjunto de las Américas. Hay estudios que prevén que a mediano plazo, EE.UU. será bilingüe y, de hecho, las constantes olas de inmigración latinoamericana han impedido hasta ahora que pase con el español lo que ocurrió con los idiomas de otras minorías: que la asimilación lo haga desaparecer.
El castellano, además, ha logrado algo muy importante para su implantación en EE.UU. que es, como dice el escritor Antonio Muñoz Molina, ex director del Instituto Cervantes de Nueva York, convertirse en idioma de "prestigio" en los medios y entre los intelectuales. Hace años que se convirtió ya en el idioma extranjero que más se estudia en EE.UU., y en el resto del mundo suele ir detrás del inglés. Cerca de 50 millones de personas en el mundo lo estudian como lengua extranjera. La lengua, recuerda un informe de la Fundación Telefónica, es "un bien sin coste de producción, que no se agota con el uso y con un valor que aumenta con el número de usuarios".
Terra Actualidad - EFE
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