- El Arte de Ofender

Cuando alguien ofende a otra persona, la ofensa ocurre porque esta persona hizo o dijo algo que el ofendido considera un insulto o una falta hacia su persona. El ofendido primero tiene que pensar sobre la acción del ofensor, luego, calificar tal hecho como una agresión a su persona, y darle así un sentido. Es como un albur, la ofensa no llega hasta que la cachas, entonces ya puedes sentirte ofendido. Así pues, el ofensor no es el que ofende, es el ofendido quien decide sentirse agraviado, dada una acción que puede o no estar ligada a la intención de ofender.



Si en una conversación hacemos un poco de esfuerzo, podemos ofendernos por prácticamente cualquier comentario hecho por cualquiera de los presentes, es tan solo cuestión de creatividad el convertir una simple frase en un insulto haciendo uso de una técnica totalmente subjetiva. El ofendido piensa que los comentarios de los presentes llevan un propósito ulterior al mensaje mismo, pretenden que la frase dicha esconde otro significado, un doble sentido, una insinuación sobre algún aspecto (negativo por supuesto) de su persona, y que de ningún modo el comentario significa lo que comunica el mensaje. Entonces se pone a relacionar el comentario con aspectos de su vida hasta encontrar alguno lo suficientemente hiriente para justificar su sentimiento de ofensa, y es entonces cuando expresa su indignación y exige se le compense con unas sinceras disculpas.

Esto se asemeja a las famosas manchas de Rorschach, dónde la mancha es el comentario, y el ofendido le da el significado que él quiere, de acuerdo a las cosas que tiene en la cabeza. Me parece semejante a un paranoico que busca conspiraciones en todas partes y se siente vigilado, de igual forma, el ofendido piensa que debe ser el ser más importante del universo, ya que todos codifican mensajes ocultos en frases que parecen simples comentarios, todos con la intención de insultar al ofendido. Es fácil ver que hacerse el ofendido requiere de un esfuerzo consciente, la ofensa nace de la mente del ofendido y no del ofensor.

Por el otro lado, pedir disculpas al ofendido es tan solo una lisonja, y pienso que no tiene sentido hacerlo. Al pedir disculpas uno se convierte en un participante más de este insípido juego, que no deja nada a nadie y no cumple ningún propósito mas allá de alimentar el ego ajeno con victorias vanas. Claro que hay quienes dicen las cosas con un verdadero sentido oculto, sin embargo, sigue siendo decisión del ofendido sentirse de esta forma y así seguirle el juego al ofensor, lo cual es una pérdida absurda de tiempo. Las palabras no son más que ruido en el aire hasta que nosotros les damos un significado.

A pesar de la edad, una gran mayoría de las personas siguen siendo niños por dentro. Siguen haciéndose los ofendidos, siguen haciendo berrinches, siguen siendo envidiosos, pendencieros, etc. Como diría Simone de Beauvoir: "¿Qué es un adulto? Un niño inflado por la edad".

http://karonte.atranox.org

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¿De que sirve estar ofendido?

Este domingo en el Cafe de Phares de la bastilla, Paris, se discutió el tema: de que sirve estar ofendido? Aunque la discusión se trato en un nivel individual quisiera intentar desarrollar un concepto a nivel social suponiendo que un pequeño grupo representa un individuo.

La ofensa puede interpretarse como un mecanismo de defensa frente a un ataque en donde el sujeto en minimizado o borrado del espacio. El ofendido entonces busca un lugar en el espacio ante los ojos de los demas. Es decir un pequeño grupo se siente ofendido al constatar que no existe o que es poco importante en un medio social.

El grupo (o individuo) que realiza la ofensa podría hacerlo sin conciencia plena o en plena conciencia con animo de atacar. Sin embargo el tema se plantea desde el punto de vista del ofendido y tratando de responder a la pregunta: de que le sirve al ofendido precisamente estar ofendido?

Estar ofendido abre una ventana al ofendido gracias a la visión de otro. Es decir, conocer un misterio de uno mismo que no se puede lograr solo sino mediante la visión de otro. El ego o la idealización de uno mismo juegan un papel importante en donde hay un sufrimiento al poner los pies en la tierra y ver lo que somos en realidad.

Se podría aprender de esta experiencia para crecer, a condición de pasar por una etapa de reflexión y de análisis que parecen complejos.

Haciendo una analogía en una sociedad estratificada, habría que preguntarse el lugar que tiene cada uno en esa sociedad y la violencia que genera la lucha social al encontrarse uno vulnerable en los bajos estratos sociales. Esto se manifiesta con la represión policíaca en donde el valor de la gente es minimizado y castigado. En mi opinión las minorías en lucha han pasado por un trabajo de autoestima importante en donde se sitúan plenamente en desventaja, lo aceptan y a partir de ese momento deciden luchar. Sin ese trabajo psicológico es difícil bajarse de la nube y entender la lucha social.

Victor

http://appobastille.blogspot.com

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Sin ánimo de ofender

Nadie se libra del azaroso mundo del ofender y sentirse ofendido. La ofensa deriva de la conciencia del ego y no está genéticamente programada. Es una creación humana, un medio para el control social y la lucha de poder; para subyugar y esclavizar a unos, elevando a los otros, para coartar libertades.. Éste es uno de los precios que estamos pagando por el ejercicio – a veces mal ejercido – de la razón.

No es inteligente vivir ofendidos, arrastrando el peso de las ofensas.
No es inteligente utilizar la ofensa como respuesta.
No se trata de quien tiene razón sino de preguntarnos a dónde nos ha llevado esta razón de la que tanto presumimos.

¿Hemos conseguido un territorio interior sereno, donde puede crecer el amor, la ternura y la creatividad o bien vivimos infelices, desengañados de nosotros mismos y de los demás, resentidos, y agresivos?

El dramaturgo George Bernard Shaw escribió una vez a Churchill:

"Estimado Sr. Churchill:
Le adjunto dos entradas para mi nueva obra de teatro, que se inaugura el jueves por la noche. Le ruego venir y traer un amigo, si tiene uno."

Churchill le envió la siguiente respuesta:

"Estimado Sr. Shaw:
Lo lamento, pero tengo un compromiso previo y no podré concurrir a la inauguración. Sin embargo, iré a la segunda función, si es que hay una".

Nada se olvida más despacio que una ofensa
y nada más rápido que un favor
Martin Luther King

¿Vale realmente la pena arrastrar algo que no podemos cambiar? Si nos sentimos cansados, sin alegría, decepcionados por la vida, desengañados con la gente; si no conseguimos nuestros objetivos, si nos es difícil mostrarnos creativos, si nuestras relaciones personales dejan mucho que desear… quizás estemos viviendo en el territorio de la ofensa: ocupando nuestra memoria con el recuerdo obsesivo de situaciones dolorosas pasadas y devolviéndolas una y otra vez a nuestro presente; invirtiendo de forma destructiva nuestra energía emocional. En este territorio vivimos ausentes de la realidad y de las oportunidades de felicidad que el presente nos ofrece.

La ofensa funciona como un filtro que deja afuera todo lo bueno, lo noble y lo amable; detecta y destaca las huellas de la desconfianza, los indicios de mezquindad, los restos de basura emocional que se genera a nuestro alrededor. Así reafirma las cuerdas que nos atan a ella. Y nosotros, dejamos de avanzar y podemos acabar hundiéndonos en un círculo cada vez más y más profundo. Persistir en la ofensa significa quedarnos divididos y en conflicto. El conflicto parte en dos y esta división hace enfermar, porque provoca fugas de energía y nos descentra.

Si algo hemos aprendido es que con la ofensa no se llega a ninguna parte. Cargar con ella es muy poco inteligente. Las ofensas son como losas que nos pesan y tierra abonada donde crece el rencor y el resentimiento; crean un clima emocional enrarecido y contaminador y bloquean nuestra energía emocional creativa.

Cómo ser menos susceptibles a la ofensa y cómo recuperar la paz perdida? Primero centramos nuestra reflexión en los eslabones de la cadena: qué es una ofensa, cuál es el papel del ofensor —consciente o inconsciente— y cuál el del ofendido. Veremos que no es necesario que exista un ofensor consciente para que alguien se sienta ofendido. Constataremos que ni tan sólo hace falta que el ofensor sea una persona; muchas personas viven ofendidas con la vida, con la fortuna o con el azar. Después, tomaremos conciencia de la constelación de emociones que van unidas a la ofensa y cómo puede afectar a nuestra vida el hecho de dejarnos llevar por ellas. Finalmente, buscaremos mejores estrategias para vivir una vida más ligera de equipaje, más libre, más autónoma, con mayor sentido de la realidad y también con mayor sentido del humor. Será preciso aprender a diferenciar lo que es un mero inconveniente de lo que es en realidad un problema; entender que un conflicto puede ser una oportunidad para mejorar nuestra vida y que la mejor protección para vivir una vida alejada de ofensores y ofendidos es la coherencia con uno mismo. Así tendremos fuerzas para hacer lo que consideramos que es preciso hacer «a pesar de la mirada y el juicio del otro». Estos serán buenos indicios de haber realizado avances en nuestro crecimiento personal.

Sin riesgo no hay libertad. Es preciso darse una oportunidad. Es necesario tomar una decisión antes de que nuestras fuerzas estén demasiado mermadas. Es hora de desprenderse y nadar hasta la costa. Las consecuencias de no hacerlo son mucho peores. «Todo el mundo tiene suficiente valor, sólo que no lo está usando. Una vez comienzas, fuentes dormidas se vuelven activas y te vuelves capaz de tener más valor y rebeldía.»

www.fundacioambit.org

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1 comentarios:

Tejiendo Redes Interescolares con TIC 31 de mayo de 2008, 23:52  

Hola.
Te felicito por este artículo muy interesante. Es cierto esto ocurre con frecuencia en nuestro sitio de trabajo, ahora hay que cuidarse hasta de lo que uno dice, porque OFENDIDOS hay a montón. Me gustaría que escribieras sobre algunas recomendaciones para no caer en la trampa del ofendido que pareciera que quiere alimentarse con frecuencia de las ofensas y dañar al supuesto ofensor.
Rommy del Mar

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Nicolás Maquiavelo:

Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos. En general los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver pero pocos comprenden lo que ven.

1948 - George Orwell


Se trata de esto: el Partido quiere tener el poder por amor al poder mismo. No nos interesa el bienestar de los demás; sólo nos interesa el poder. No la riqueza ni el lujo, ni la longevidad ni la felicidad; sólo el poder, el poder puro. Ahora comprenderás lo que significa el poder puro. Somos diferentes de todas las oligarquías del pasado porque sabemos lo que estamos haciendo.

Todos los demás, incluso los que se parecían a nosotros, eran cobardes o hipócritas. Los nazis alemanes y los comunistas rusos se acercaban mucho a nosotros por sus métodos, pero nunca tuvieron el valor de reconocer sus propios motivos. Pretendían, y quizá lo creían sinceramente, que se habían apoderado de los mandos contra su voluntad y para un tiempo limitado y que a la vuelta de la esquina, como quien dice, había un paraíso donde todos los seres humanos serían libres e iguales.

Nosotros no somos así. Sabemos que nadie se apodera del mando con la intención de dejarlo. El poder no es un medio, sino un fin en sí mismo. No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura. El objeto de la persecución no es más que la persecución misma. La tortura sólo tiene como finalidad la misma tortura. Y el objeto del poder no es más que el poder. ¿Empiezas a entenderme?