La aniquilación de la verdad y la aniquilación de la democracia caminan al mismo ritmo, constituyen dos indicadores recíprocos y convergentes: las libertades públicas y las mentiras políticas circulan de forma inversamente proporcional” (del libro El soberano y el disidente, de Paolo Flores D’Arcais). “El grado de tolerancia con respecto a la mentira política es un indicador barométrico de la calidad de la democracia. Sin sinceridad pública, el proceso democrático resultará ilusorio y el poder del pueblo quedará reducido a un eslogan(Michael Lynch).
El control democrático depende de que los ciudadanos dispongan de información verdadera a tiempo para poder premiar o castigar a los políticos. Aquel que es manipulado o engañado no podrá elegir nada, o incluso, peor: será inducido a deliberar algo diferente a lo que imagina decidir(José María Maravall).
La mentira está en toda la naturaleza: los virus engañan al sistema inmunológico de los organismos en los que logran hospedarse, las plantas disimulan para librarse de sus predadores, los animales se esconden para atrapar su presa. La única protección que tenemos frente a la mentira en la democracia es contar con una prensa libre(David Livingstone Smith).
Filósofos. Paolo Flores D’Arcais es italiano, Michael Lynch y David Livingstone Smith son norteamericanos, y José María Maravall es español. Todos ellos conceptualmente coinciden en que “la estrategia de los políticos es manipular para mantenerse en el poder y maximizar su autonomía”. Bush mintió al decir que Irak tenía armas de destrucción masiva y Saddam Hussein estaba conectado con Al Qaeda: pero logró ser reelecto. Hace pocas semanas, mintió el primer ministro de Hungría al decir que la economía de su país era “un puma que volaba” para, luego de ser reelecto, reconocer que no podía mantener los subsidios y el país atravesaba una dura crisis energética. La lista es interminable.
David Livingstone Smith, director del Instituto de Ciencia Cognitiva y Psicología Evolutiva de la Universidad de New England, Estados Unidos, dice: “Los políticos son mentirosos profesionales. Ellos mienten hábilmente y, la mayoría de las veces, son conscientes de eso. Cuando el político cree su propia mentira, su poder de persuasión se torna infinitamente mayor. Hitler fue un ejemplo: era un engañador brillante y claramente creía en lo que decía. Pero normalmente los políticos captan con precisión los anhelos del electorado y no se preocupan si van a conseguir o no lo que prometen. Saben que la vulnerabilidad del ser humano reside en creer en aquello que lo hace sentir bien, importante y esperanzado”.
Michael Lynch, profesor de filosofía de la Universidad de Connecticut es un especialista en el tema. Escribió, además del libro citado, otros tres: La naturaleza de la mentira; Verdad y realismo; Verdad y vida. Para él “la búsqueda de la verdad es el fundamento de las democracias liberales y, por el contrario, el cinismo hacia la verdad, propio de los fundamentalistas, lleva hacia el caos totalitario”. La verdad a la que se refiere Lynch es objetiva y neutral, es compleja, en tensión y dinámica, en contraposición con la verdad ingenua y absoluta de los dogmáticos. También se opone al relativismo posmodernista “que termina siendo funcional a los tiranos porque: si todos los gatos son pardos...”. La verdad es un presupuesto esencial de la libertad. “Libertad, ¿para qué?”, dijo Lenin, del mismo modo que podría haber dicho: “Verdad, ¿para qué?”. Beltrand Russell decía que la pregunta ‘par excellence’ de la filosofía era: ¿qué es la verdad?
Psicólogos. Los psicólogos hablan de la paradoja del mentiroso, formulada en: “Yo miento”. ¿Dice la verdad al decir que miente; también miente al decir que miente? El psicólogo Robert Feldman de la Universidad de Massachusetts realizó una investigación que demuestra que apenas uno entre mil individuos consigue detectar las señales de mentiras en las otras personas, y que las personas cuentan un promedio de tres mentiras cada diez minutos de conversación, asumiendo como mentira no sólo lo dicho sino también lo no dicho, lo omitido. Ese estudio concluyó que la política es la profesión más deshonesta de todas: en ella se asocia el concepto de ‘verdadero’ con el de ganar un juego: “Si sirve para ganar, no es falso”. Lynch explica que “al mentir, el mentiroso acrecienta su poder y reduce el nuestro: al creerle, cedemos parte de nuestra libertad y quedamos sometidos a su voluntad”.
Presidentes. La semana pasada, el Centro para Periodistas en Extrema Situación criticó a Putin por su tardía condena del asesinato de la periodista Anna Politkovskaya: “Queremos citar el ejemplo del presidente de Francia, quien, cuando una periodista fue tomada de rehén en Irak, inmediatamente canceló sus vacaciones para hacer una declaración. El silencio del Putin sugiere una actitud de complicidad o indiferencia: los ciudadanos quieren escuchar la opinión de su presidente cada vez que un hecho importante sucede. Pero Putin tiene un particular patrón de reacción frente a noticias desagradables: desaparece y sólo habla cuando el problema está encaminado. Dos días después del asesinato de Anna, Putin hizo su primer comentario: demasiado tarde”. Sucedió lo mismo en Argentina con los hechos del 17 de octubre (y también con Cromañón). Kirchner no explicó a la sociedad su visión de lo que pasaba. Luego pasó del silencio a la cómoda teoría del complot.
Verdad y política: ésa es la cuestión del periodismo.
jorge fontevecchia
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