Sus negros ojos brillan con felicidad desbordante, procurando no perderse la más mínima de las reacciones del público. Su hambriento ego lo agradece todo - da igual si la abuchean o insultan - todo es bienvenido mientras se refiera a ella. Ella es un nuevo personaje mediático surgido del vacío. En el lapso de unas semanas ha conocido una efímera y ansiada fama y ahora se encuentra en el paroxismo de sus expectativas. Es la invitada más esperada de un programa televisivo dedicado a la explotación –compra/venta- de vidas privadas reales e inventadas. Se dispone con placer a ser a la vez destripada, vapuleada, revolcada y aupada por el precio de una respetable suma. Pero no es el dinero lo que la exalta, es la notoriedad, ha logrado ser famosa. ¿Qué más puede pedir una narcisista? El televidente español ahora tiene la oportunidad de empaparse de una nueva patología o quizás de su caricatura: la imagen de un narcisista.
La sociedad actual como productora de narcisismo: Personalidades narcisistas parecen haber proliferado como setas en las últimas dos décadas, reflejando lo que algunos estudiosos han llamado la “generación del yo” en el contexto capitalista norteamericano. La obra del atípico pensador norteamericano marxista, Christopher Lasch, publicada hace casi 25 años, “La cultura del narcisismo” afirma que el narcisismo sería el principal síntoma del declive y crisis del capitalismo. El hombre psicológico actual, afirma, sería el producto final del individualismo burgués. Esto daría lugar al espíritu competitivo y el excesivo individualismo, a la cultura de la diferencia que separa y enorgullece a una elite, el desarrollo de lo propio o privacidad, la incapacidad para aceptar la vejez o la limitación humana y la necesidad de éxito y reconocimiento que se observa en las relaciones tanto comerciales como privadas. A esto podemos añadir la legitimación de las guerras para defender lo “propio”, sean creencias, dioses o concepto del bien y del mal. Cabe admirar la clarividencia de este sociólogo y crítico social, ya que muchas de sus observaciones no solo siguen vigentes, sino que se han potenciado con la globalización.
En su ensayo”Narcisismo: epidemia de nuestro tiempo”, José Luis Trechera afirma que “el narcisismo no es un fenómeno exclusivo del modo de vida estadounidense. La postmodernidad ha reforzado el modelo de hombre narcisista. En Europa se ha producido la segunda revolución individualista, se ha suplido la ética por la estética; de la implicación y compromiso personal se ha pasado a la sociedad del contrato temporal, del gran fragmento (grandes valores) se ha desembocado en el pequeño fragmento. (…) Ante la carencia de un proyecto universal, el hombre occidental se refugia en la subjetividad, en la esfera privada y en el culto a la individualidad. Cada sujeto es el centro del mundo y del universo. Nuestra civilización occidental se caracteriza por perder de vista las necesidades del otro. A pesar de tener miles de ventanas para observar el entorno, no capta la realidad externa. Por tener una anestesia social, vemos los hechos sin que nos afecten o interpelen. Es una cultura del yo en primer lugar.”
La verdad del narcisista: Debajo de su inflado ego, el narcisista posee una autoestima deficiente, no cree en su valía personal y muestra una gran inmadurez emocional. Intenta ocultar su inseguridad mediante otro “yo” más aceptable y digno de admiración, más acorde con sus deseos.
Debido a que el falso “yo” es una construcción suya, necesita “alimento para su ego” continuamente, mediante la aprobación y elogios de los demás. Como la admiración suele ser hacia su “yo” grandioso y falso, esta nunca llega a aumentar su autoestima. Reacciona con rabia a la crítica porque esta puede fácilmente destruir su frágil seguridad. Su falta de empatía proviene de estar centrado en sí mismo y por su dificultad para reconocer a los demás como individuos separados con sus propias necesidades (inmadurez emocional).
Sobrevivir con un narcisista: Saber crear la distancia emocional adecuada . “Ni tan cerca que te queme ni tan lejos que te hiele”. Para sentirse bien consigo mismo y seguir creyéndose superior, el narcisista tiene que rebajar y humillar a las personas que le quieren. Ser consciente de la inutilidad de esperar que cambie . Es más fácil cambiar el propio comportamiento (no ofenderse, no dar importancia a sus palabras) que pedirle que cambie. Permitir que sea el centro de atención de vez en cuando . Es bueno recordar que en el fondo es una persona que se cree sin valor e indigna de ser amada por sí misma. Prepararse para ser ignorado cuando se le expresen sentimientos . El narcisista no estará por la labor de consolar al compañero o amigo si este se siente deprimido. Es mejor no pedir peras al olmo y buscar otro hombro para llorar.
¿Hay esperanza? Al ser el narcisismo un rasgo de personalidad típico de personas inmaduras que se han estacionado en una etapa infantil en la que el narcisismo es algo normal, cabe esperar que el tiempo, las desilusiones y algunas circunstancias vitales hagan parte del trabajo de mejoría.
Es recomendable cortarle sus “suministros de alimento para el ego” y precipitarle una crisis o una llamada “herida narcisista”. A partir de ahí, aprovechar esta brecha para lograr que se someta a una terapia con el fin de que llegue a madurar emocionalmente. Puede esperarse que los logros y reconocimientos con base real consigan aumentar su sentimiento de valía y reducir la fantasía de grandiosidad. Puede ser de gran ayuda que consiga mantener una relación estable con una pareja segura de si misma, que lo acepte tal como es sin intentar cambiarlo y que le transmita seguridad. Hay que advertir que se les hace bastante difícil encontrar a alguien. Las desilusiones de la vida junto a los éxitos de contenido real pueden abocar en un reajuste de la percepción que tiene de sí mismo.
Isabel S. Larraburu
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