Tal vez esté repitiendo un tema del que todo el mundo sabe, o cree saber, todo. Pero estoy personalmente aterrada, cada vez más. Como persona urbana promedio, me mantengo enterada de lo que ocurre en el mundo por medio de las noticias. Periódicos y radio pero, principalmente, la televisión. Y eso que no la veo mucho, unas dos horas al día, como parte obligada de la convivencia familiar. Porque desde que nací, en la casa ha habido televisión principalmente en el comedor (aunque en épocas de fortuna económica, también en las tres recámaras).
Me pregunto cuántas horas al día ve la tele la gente que declara adorarla. Y eso es lo que me da miedo, la susceptibilidad que tienen mis paisanos a ser programados por ese "big brother" –hablo del de Orwell, no del reciente programa-.Estoy siguiendo los noticieros mexicanos con asombro, en un honesto intento de analizar –más allá de la obviedad- lo que se planea para nosotros. Y también trato de escuchar lo que la gente comenta en el transporte público, que es un gran crisol de culturas. Además de sentirme muy gregaria, compartiendo la realidad "deféquense" con diez millones de personas, puedo observar el alto grado de manipulación que sufre la opinión pública.
Un tema me llama la atención, por la insistencia con que es expuesto: la calidad de vida. Es cuantificada en estadísticas nacionales e internacionales, reportajes especiales, notas aparentemente aisladas. Pero siempre cuantificada. Nunca calificada.
Nos hablan de ingreso per cápita, como si viviéramos en el más puro marxismo y pudiéramos hacer pleno uso de nuestra parte proporcional. Nos hablan de aumentos en la inversión extranjera y nuestros esfuerzos exhaustivos para acabar con la inseguridad "espanta-gringos", disponibilidad de tecnología primer mundista -como coches nuevos, bellísimos y menos contaminantes- asumiendo que, quien no compra una de estas "maravillitas ecológicas" es de puro irresponsable. Ya estamos convencidos de que la contaminación ambiental es causada por que la gente maneja mucho... no sé por qué los microbuses que van a Tlalnepantla están tan llenos, si todo el mundo tiene coche.
En cada noticiero dedican al menos 10% del tiempo a hablar de bolsas de valores, tipos de cambio, valor de los centenarios y onzas troy, asumiendo –en la misma proporción- que el 10% de la gente participa en esas lides. Suponen también que el alto nivel de desempleo es real... cuando un obrero –trabajo legal y presente en la estadística- gana al día diez veces menos que un comerciante ambulante de software pirata.
En los alrededores del "día nacional de los adultos mayores" nos invadieron con estadísticas para compartir el dolor de tantos ancianos que no cuentan con jubilación y servicio médico, dándonos un panorama de indigencia senil realmente escalofriante.
Dentro de los absurdos sociales se encuentra el caso de una escuela primaria en la sierra de Puebla a la que le llegaron 20 computadoras equipadas con Internet... en un pueblo que no tiene teléfono ni luz eléctrica, dentro de una escuela con piso de tierra y techos de varitas. Esa nota fue apoyada con su estadística correspondiente, donde nos dicen que los gringos cuentan con dos computadoras por cabeza, mientras en México no llegamos a una cada quinientas personas... y tenemos qué darnos prisa si queremos alcanzar un nivel "internacionalmente competitivo". Por eso enviaron las computadoras a Puebla. En esa comunidad hay ahora un aparato por cada 25 habitantes. Ya es un avance.
Nos hablan de la terrible proliferación de la obesidad, pretendiendo que es causada por nuestra horrorosa y miserable alimentación basada en el maíz. También han hecho hincapié en la falta de recursos de salvamento, comparando éstos con la tecnología de punta utilizada en el desmantelamiento de los escombros de las Torres Gemelas. Que la gente en México no acostumbra asegurar ni su persona ni sus bienes, y cuando viene un siniestro queda a merced del destino.
Y cada vez más se destaca en la estadística el estrés como la raíz de las enfermedades basadas en deficiencias del sistema neuroinmunológico (o sea TODAS). Salen en los noticieros psicólogas con expresión de Madre Teresa, explicando que tenemos qué hacer frente a los problemas de una manera más sana, promover las actividades de esparcimiento, las relaciones afectivas, evitar la exposición a productos tóxicos... todo lo contrario a la loca carrera que nos quieren imbuir hacia la "competitividad internacional".
Hasta hoy he vivido en un país con mayor CALIDAD de vida que muchos de los "privilegiados" que componen el primer mundo. En mi país, si alguien pierde su casa por un terremoto, "se acomoda" con los parientes. Si se enferma y no puede trabajar, entre parientes y amigos le "dan una ayudadita" hasta que se reponga. Hace unos diez años, al quejarme de una mala situación económica, una amiga –que vive al día, con mucha estrechez, y tenía un coche muy viejo que estaba intentando por todos los medios hacer funcionar- me dijo: -¿y si vendemos mi "vochito" y con ese dinero "la vas pasando" un tiempito? De todas formas no lo uso. Para eso está, para las emergencias-.
En mi país, los "adultos mayores" se llaman viejos. Y son herederos de aquellos Consejos de Ancianos. Ya nadie medianamente educado se le ocurriría dejarlos sin casa o alimento. No tiene qué participar de las estadísticas. Viven y ya, después de hacer su parte productiva –y reproductiva- por años, a nadie se le ocurriría desampararlos. De mi país viene la frase "Si no tengo hijos, no sé quién me va a cuidar de viejo". Pero también se encargan los hermanos, sobrinos, nueras... Nuestro seguro de vejez se llama FAMILIA. En lo poco que queda del México rural, nadie necesita pensiones, afores, "medical cares"... ni estadísticas.
En mi país, la nutrición se ha resuelto por siglos con lo que da nuestra tierra. Y, en este caso, es el maíz. Y las cosechas compatibles con él. Nosotros no conocíamos las vacas y los puercos. Pero sí varias especies endémicas de mamíferos pequeños que no ocupaban una excesiva proporción en nuestra dieta. También varias especies de insectos. Nunca nos hizo falta ni la "dieta mediterránea" ni la comida instantánea. De hecho, en mi país el cocinar es un arte que se toma su tiempo, y no es compatible con el trabajo de 8 horas diarias a grandes distancias de todos los que cohabitan la casa. Tenemos una estructura que permite que, con el producto del trabajo de unos pocos, otros puedan dedicarse a crecer, y otros cuiden a éstos, y atiendan esmeradamente a todos. Esta estructura se llama FAMILIA.
En mi país se acostumbraba generar muchos productos, menos servicios y nada de especulación. No había razón alguna para "jugar a la bolsa". Si eras un industrial nato, simplemente invertías el dinero en algo productivo. Si no, trabajabas para otro, o para ti mismo. Pero grandes o pequeñas, las empresas eran FAMILIARES. O comunitarias, en donde las comunidades estaban formadas por familias grandes. Pero no había ninguna razón para generar acciones y colocarlas en un lugar donde otros las compraran... y menos declarar ganancias ficticias, ¡si lo que nos gusta aquí es evadir impuestos!
En mi país, la mayoría de las FAMILIAS se encargaba de educar y vigilar estrechamente a sus hijos. Estos crecían convencidos de que robar era malo, de que la marihuana solamente la usaban los soldados, porque, pobrecitos, estaban en un ambiente feo y belicoso, y lejos de su casa. Y si alguno de los hijos estaba en malos pasos, no faltaba quien informara a los papás: el policía del barrio, por ejemplo, que conocía bien a quienes integraban el vecindario.
Y, por cierto, no teníamos qué preocuparnos por "hacer frente a los problemas de una manera más sana, promover las actividades de esparcimiento, las relaciones afectivas, evitar la exposición a productos tóxicos..." En primer lugar, antes del DDT, los productos tóxicos eran escasos y, de usarse de forma doméstica, estaban bien identificados –como la sosa cáustica-. El tiempo que ahora dedicamos a trabajar todos y al transporte loco por grandes distancias, era ese "tiempo de esparcimiento". Muero de envidia cada vez que me recuerdan que mi abuelo, siendo funcionario de gobierno, con un despacho de arquitectura en el Centro y viviendo en Portales con esposa y once hijos, tenía tiempo de tomar a la una de la tarde su copa de jerez "para abrir panza" en una cantina, comer en casa con la FAMILIA, hacer siesta y regresar a trabajar. Y, justamente, así se llamaba nuestra válvula anti-estrés: FAMILIA.
Recuerdo que en Italia, hace dos años, pregunté a la dueña de una panadería artesanal cómo hacía ella para vivir bien –tenía una bonita casa con jardín- dedicando cuatro horas al día a vender, y dos a fabricar ¡bolillos!. Ella, de forma petulante, después de saber que yo era mexicana –o sea, floja dormida debajo de un nopal- me respondió: -Las pocas horas que trabajamos, somos MUY eficientes.
Les juro que en México conozco gente MUY eficiente que trabaja más horas al día. Panaderías más llenas de clientes y más grandes, otras más chicas, todas empiezan su actividad a las cuatro de la mañana, abren al público a las ocho, y cierran a las nueve de la noche... pero no he visto ese extraño fenómeno económico de panaderos con casas hermosas, como no sean los propietarios españoles que –dicho sea de paso- también han trabajado como burros desde que llegaron a América, y su pequeña fortuna les ha costado años.
No estoy diciendo que, económicamente, mi país estuviera mejor antes –aunque es cierto-. Esto no es lo más importante. No quiero poner el consabido ejemplo de Cuba, porque no conozco personalmente... y las opiniones al respecto son muy contradictorias. Pero sí sé que estamos importando parámetros de un país que no es ninguna garantía de sanidad... Sé que estamos recibiendo entrenamiento para desmembrar nuestra estructura tradicional familiar. Sé que se nos está convenciendo de traicionarlo todo para ser "más productivos y competitivos". Pero sé también que no vemos nuestro esfuerzo traducido en una economía más sólida -¿tendrá qué ver con el secreto del paradero de la plusvalía?-. Al contrario, como la gente del pueblo de Momo, cada vez tenemos menos tiempo, estamos más neuróticos... y más pobres.
En mi país las cosas fueron y son distintas. La FAMILIA se auto proclama "la base de la sociedad". La gente es más humana. Las mujeres pueden cuidar a sus hijos. Se te perdona faltar al trabajo por ir al entierro de tu abuelito –aunque sea el décimo abuelito que se te muere, je je-. Las fiestas patronales son tan importantes, que pueden regular la actividad de un pueblo entero. Los tenderos fían, y se dan el lujo de perdonar la deuda a la gente más necesitada. La gente sonríe en la calle, porque está confiada, amigable y relajada. Eso es mi México.
Lo que me tiene aterrada es que, en el mundo global del nuevo milenio, ya no estoy segura si mi México queda por aquí... o ya me pasé en el camión... ¿alguien podría decirme en dónde me bajo?
Ana Zarina Palafox Méndez
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- Sobre la "Calidad de Vida"
Publicado por
G.A.
en viernes, septiembre 26, 2008 Etiquetas: Propaganda
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