- Los secretos

El otro día llegó el momento. Ocurrió porque era lo que tenía que ocurrir, porque los secretos siempre pugnan por salir a la superficie. Ocurre con ellos como con los cadáveres de los ahogados, que primero flotan por algunas horas; luego se van al fondo, una astucia con la que pretenden engañar a los vivos; pero la putrefacción, que sigue su curso, les hace hincharse, así que terminan por ocupar más volumen del que les corresponde y flotan, sí, flotan, acaban saliendo a la superficie, a la luz. Vuelven para atormentar a los vivos, porque son espíritus que no tienen paz, que han muerto, por poco o por mucho, antes de lo que les correspondía.



Con los secretos pasa eso mismo. No están hechos para permanecer encerrados mucho tiempo y si se les obliga, se rebelan, protestan, importunan, molestan al que los guarda y no le dejan dormir, no le dejan vivir. Se vuelven cada vez más y más pesados. Si alguien guarda un secreto ajeno es facilísimo hacérselo confesar: basta con convencerle de que fue obligado injustamente a guardarlo, que se está abusando de él, que se le pide demasiado, que se le obliga a cargar sobre sus espaldas con un peso que quizá no sea insoportable, pero que ha durado ya demasiado tiempo. Los secretos son gases embotellados a presión. Dadles una oportunidad: se escaparán. Usad un recipiente inadecuado, o golpeadlo más allá de cierto límite: estallará.

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Nicolás Maquiavelo:

Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos. En general los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver pero pocos comprenden lo que ven.

1948 - George Orwell


Se trata de esto: el Partido quiere tener el poder por amor al poder mismo. No nos interesa el bienestar de los demás; sólo nos interesa el poder. No la riqueza ni el lujo, ni la longevidad ni la felicidad; sólo el poder, el poder puro. Ahora comprenderás lo que significa el poder puro. Somos diferentes de todas las oligarquías del pasado porque sabemos lo que estamos haciendo.

Todos los demás, incluso los que se parecían a nosotros, eran cobardes o hipócritas. Los nazis alemanes y los comunistas rusos se acercaban mucho a nosotros por sus métodos, pero nunca tuvieron el valor de reconocer sus propios motivos. Pretendían, y quizá lo creían sinceramente, que se habían apoderado de los mandos contra su voluntad y para un tiempo limitado y que a la vuelta de la esquina, como quien dice, había un paraíso donde todos los seres humanos serían libres e iguales.

Nosotros no somos así. Sabemos que nadie se apodera del mando con la intención de dejarlo. El poder no es un medio, sino un fin en sí mismo. No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura. El objeto de la persecución no es más que la persecución misma. La tortura sólo tiene como finalidad la misma tortura. Y el objeto del poder no es más que el poder. ¿Empiezas a entenderme?