La razón no siempre gobierna nuestra vida. Esta es la historia en primera persona de alguien muy permeable a la sugestión. Me llamo Fulanito de Tal. Soy fácil de convencer, no tonto, ni pusilánime, ni débil de carácter. Es un modo de hablar; yo lo llamo así, pero mi psicólogo, Héctor González Ordi, experto en el tema y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, dice simplemente que soy “altamente sugestionable”. Decir que alguien lo es no significa nada: es como decir que alguien es sensible a las malas noticias. Ya, claro, pero, ¿es poco sensible y frío, igual de sensible que muchos otros, o tan sensible que se lleva grandes berrinches? Por lo que dice, con la sugestionabilidad ocurre igual, porque es un rasgo del carácter, no una desviación: unos somos más mediatizables que otros y, dependiendo de eso, nos comportamos de un modo determinado.
Los factores que influyen
Para saber en qué grado soy sugestionable, González Ordi me hizo varias veces un test muy cortito ideado por él mismo y por su compañero investigador, Juan José Miguel-Tobal, que ellos llaman el Inventario de Sugestionabilidad (yo no llamaría así a un hijo mío). Con él trataban de medir cómo tengo de acusados los cuatro rasgos que componen este aspecto de mi personalidad. Estos dos expertos han detectado, siguiendo la línea de dos precursores llamados Wilson y Barber, que “si un sujeto tiende a evadirse o dejarse llevar por la imaginería, la música o la voz”, significa que frecuentemente “fantasea acerca de las cosas”. Lo que llaman soñar despierto. A mí me pasa mucho, pero, ya lo he dicho, no es malo. Héctor me ha aclarado que, por ejemplo, una persona imaginativa es capaz de pensar en muchas más vías para solucionar un problema que un sujeto demasiado realista, por llamarle así. Y, tirando del hilo, lo cierto es que somos mucho más flexibles, más tolerantes.
Otros factores que hablan de lo permeable a la sugestión que soy son mi capacidad para dejarme abstraer por mis sensaciones y de vivirlas muy intensamente. Pero también son una ventaja: disfruto mucho más con cualquier cosa. Si, además, eres de los que se implican mucho emocionalmente, es que eres como yo. O eres mujer, porque en ellas esto es más que frecuente. Lo que sí puede convertirse fácilmente en un rasgo negativo es el cuarto factor: el ser influenciable. A mí me da más igual lo que me digan, pero hay quien es demasiado permeable a la influencia de los demás (consejos, comentarios…) y, aunque se da cuenta de ello, no logra ser más independiente. Por cierto, que mucha gente confunde sólo esto con ser sugestionable, y no es lo único.
Aquello de emisor y receptor
Pero a mí me asombraba, cuando mi psicólogo me explicaba cómo soy, por qué nunca hablaba de que existiera un sugestionador “culpable”. Y resulta que eso es lo de menos, según la psicología clínica moderna. Es decir, la razón de que yo responda a ciertos estímulos está mucho más en mi permeabilidad que en las capacidades del sugestionador. Es más, hay veces que nos convencen involuntariamente.
En todo caso, la base de todo está en el esquema de comunicación de Jackobson que nos explicaban en clase de Lengua, que contenía aquello de “emisor”, “receptor”… Los estímulos llegan por la palabra, así que el “emisor” tiene su peso. Ya he dicho que, en estas cuitas, lo importante es lo sugestionable que sea el “receptor”. Pero el “emisor” puede contar con varias ventajas para lograr sus objetivos. Por ejemplo, yo me creo todo esto que me ha contado Héctor porque es “competente” (sabe del tema porque es psicólogo y lleva más de una década investigando); además, me infunde “credibilidad” porque ya he visto que tiene razón otras muchas veces; y es “relevante” para mí porque lo conozco desde hace tiempo. No es cualquiera.
El paso a la hipnosis
Y para completar aquel modelo que nos enseñaban, había un elemento llamado “contexto”, que potencia la sugestión. Las situaciones extremas (positivas o negativas) y tener entre 9 y 12 años es contar con todas las papeletas para ser vulnerables. Si a ello añadimos que mi psicólogo sabe un par de técnicas para sugestionarme (el “código”) y que sabe adaptar el “mensaje” al “receptor” (eligiendo las palabras y utilizando un tono armonioso), seguro que logra su objetivo conmigo. De hecho, ya lo logró. Me hipnotizó. Porque la sugestión es “un vehículo para la hipnosis”, me cuenta Ordi, y cuanto más permeable a ella sea, más fácil será hipnotizarme.
Pero, lo confieso, esta facilidad para asimilar los mensajes de otro no es todo ventajas. Ya he visto a mucha gente que es aún más proclive que yo y que ha acabado mal. El caso clásico es el de las sectas, que captan sobre todo a gente que está en situaciones desesperadas, de falta de afecto o en situaciones anómalas. En casos así, uno baja la guardia y se agarra al “mensaje amigo”, por así decirlo. A mí me pasó algo similar: estuve un mes encerrado en mi apartamento sin ver a nadie y salí de allí en tal estado de aturdimiento, que si me ofrecían comprar la Renfe, la compraba con tal de congraciarme con el vendedor.
Hemos recreado 4 casos que explican cómo se comportan 3 tipos de personas: una muy sugestionable (rojo), otra que lo es medianamente (amarillo), una tercera que lo es muy poco (verde) y una cuarta, en situación anómala. Nuestra sugestionabilidad se mide en 4 características:
1 La tendencia a evadirnos y fantasear acerca de nosotros.
2 La capacidad de concentrarnos en sensaciones y experimentarlas con viveza.
3 La propensión a implicarnos emocionalmente.
4 El grado en que nos dejamos influir
calle42 (fragmento)
- Diario de una mente fácil de convencer
Publicado por
G.A.
en jueves, agosto 23, 2007 Etiquetas: Manipulacion
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