Nada más efectivo para evitar la responsabilidad que apersonarse como víctima. Una víctima obtiene la ganancia secundaria de esconderse en su impotencia y culpar a otro por sus fracasos y consecuencias. Aparte, no hay víctima sin un persecutor y, para completar el cuadro, tiene que haber también un rescatador. Las interacciones humanas siguen patrones, ritmos y secuencias que frecuentemente acaban por ser predecibles. Para algunos esto es tan obvio que incluso puede representarse gráficamente -como si fuera un electrocardiograma o una estadística de ventas- donde claramente pueden apreciarse altas, bajas, tendencias.
A-la-Freud, la familia y el trabajo son terreno fértil para que ocurran los dramas más intensos y comunes. Las tres figuras recurrentes en este Triángulo de Karpman (en honor al humanista que articuló la idea) son: a) la víctima, b) el persecutor, c) el rescatador. La víctima es la figura abusada que, pobrecita, está a la merced de un persecutor sádico que sistemáticamente la hostiga y la humilla. Eventualmente siempre aparece el rescatador, que salva, cuando menos temporalmente, a la víctima de la agresión. Pero lo intrigante es que rara vez la víctima termina por salvarse porque se aferra a su condición y tarde o temprano regresa a ella.
Además, los roles se cambian y de repente, por ejemplo, la víctima se pasa a la posición de persecutor, el persecutor a la de víctima, y el rescatador a persecutor. En términos comunes esta filosofía se refleja en un dicho popular: por andar de redentor (rescatador), sales crucificado (víctima). Esta interacción genera dosis abundantes de drama. Los productores y guionistas de Hollywood han encontrado que el grado de drama en las historias se encuentra relacionado directamente al número de veces que ocurre un cambio de roles.
“Somos rescatadores, los que lo logramos todo. Somos madrinas o padrinos del mundo entero, como dice Earnie Larsen. No sólo satisfacemos las necesidades de la gente, sino que nos anticipamos a ellas. Arreglamos los asuntos de los demás, les enseñamos, nos afligimos por ellos”. Melody Beattie
Por alguna razón en algún momento de nuestra vida asumimos que nuestra obligación o deber era cuidar de los demás, que esa manera de actuar nos ennoblecía y nos confería nuestro valor más intrínseco como personas. Es por eso que podemos malgastar nuestra vida rescatando a las personas que nos rodean. Rescatar, consiste en hacer cosas por los demás que son perfectamente capaces de hacer por si mismos y que probablemente deberían estar haciendo. En las palabras de Scott Egleston, a quien Melody Beattie cita en su libro:
“(…) rescatamos cada vez que nos hacemos cargo de las responsabilidades de otro ser humano, de los pensamientos, los sentimientos, las decisiones, la conducta, el crecimiento, el bienestar, los problemas o el destino de otra persona”.
Lo paradójico es que una persona equilibrada y emocionalmente estable no aceptará que nadie le rescate, entre otras razones, porque ella misma es perfectamente capaz de identificar y resolver sus problemas. Es por eso que como bien entendió Stephen B. Karpman, terminamos rescatando víctimas, que no sólo aceptan ser rescatadas, sino que refuerzan todos nuestras conductas y comportamientos rescatadores, al menos al principio.
“Las víctimas en realidad son capaces de cuidar de sí mismas, aunque ni nosotros ni ellas lo admitimos. Generalmente nuestras víctimas están en una esquina del triángulo, simplemente esperando a que nosotros hagamos el primer movimiento y saltemos dentro del triángulo con ellas.” Melody Beattie
La codependencia se puede entender como una cierta adicción a las personas, nuestra “droga” por así decirlo, son las personas que dejan que desempeñemos nuestro role favorito, tanto es así que nosotros pasamos a ser controlados por esa necesidad de reafirmarnos con ese comportamiento. Frecuentemente el codependiente termina enamorándose o quedando estrechamente ligado a una persona alcohólica o con algún otro trastorno compulsivo, lo cual termina por abocarle sin remedio a su destrucción emocional si es que no toma medidas antes.
No se puede cambiar a las personas
Cuidar y rescatar de los demás es una manera de escapar de nuestros problemas. Es una conducta basada en una premisa falsa, ya que no se puede cambiar a las personas. Desde luego que las personas cambian, pero lo hacen cuando ellas quieren, cuando les llega su momento y cuando están preparadas para hacerlo.
El intento de controlar y dirigir el cambio de las personas, nos hace que quedemos a merced de éstas. El controlador pasa a ser controlado. Y si ya de por si es malo ser controlado por alguien aun es peor ser controlado por la enfermedad de una persona, ya sea el alcoholismo, la ludopatía o un desorden de alimentación.
“A fin de cuentas, los demás hacen lo que quieren hacer. Se sienten como se quieren sentir (o como se están sintiendo), piensan lo que quieren pensar, hacen las cosas que creen que necesitan hacer y cambiarán sólo cuando estén listos para cambiar. El hecho de que ellos no tengan razón y nosotros si, no importa. Tampoco importa que se estén lastimando a si mismos. No importa el hecho de que nosotros podríamos ayudarles si nos escucharan y si colaboraran con nosotros. NO IMPORTA. NO IMPORTA. NO IMPORTA, NO IMPORTA (…) La única persona a la que puedes o podrás cambiar es a ti mismo. La única persona a quien te corresponde controlar eres tú.”
El triángulo dramático puede ser ilustrado con el juego de adicción. En el juego de adicción jugando el rol de Víctima de una adicción, humillación, prejuicio, negligencia medica y hasta brutalidad policiaca, busca y encuentra un Rescatador. El Rescatador actúa el rol tratando genero-samente y desinteresadamente de ayudar al adicto sin asegurarse que el adicto está interesado en el proceso de abandonar el abuso de la droga. Después de una cierta cantidad de fracasos frustrantes el Rescatador se enoja y cambia hacia el rol del Perseguidor con acusaciones, insultos, menosprecios o castigos al adicto. En este punto el adicto cambia de Víctima a Perseguidor contratacando, insultando, volviéndose violento o creando emergencias a la media noche. El hasta entonces Rescatador es ahora la Víctima en el juego. Este proce-so de cambios continuos e infinitos alrededor del "tío vivo" del triángulo dramático.
La mejor forma de evitar el triángulo dramático es evitar los roles de Perseguidor, Rescatador o Víctima a través de permanecer en el estado del yo Adulto.
http://www.gestiopolis.com
1 comentarios:
Muy bueno el artículo.
Me gustaría que me dijeras en dónde se puede conseguir el libro de Eric Berne "Los juegos en los que participamos" (Games people play", en formato digital.
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